La Vida es Una
No hay muchas vidas.
No hay dos vidas, la tuya y la mía.
No hay 3 ni cincuenta ni cien millones de vidas.
No podemos perderla, dado a que nunca la tuvimos.
Es Ella quien nos tiene a nosotros.
La Vida es Una, y cientos de miles de millones son sus cauces.
Tortugas, mosquitos, hongos, elefantes, bacterias y semillas, polen y ballenas.
Atomos, moléculas, piedras amorfas, rocas, cristales, planetas, estrellas y galaxias. Metales y no metales.
Todos se mueven en la ronda de la existencia marcando su propio compás armónico, de modo inimitable, únicas, irrepetibles habiéndo formas y dimensiones por millares.
Y el movimiento a diversa escala y dimensión es la Vida misma, la Vida Una. Una Vida impulsora de Eterno Movimiento.
Mirada desde esta perspectiva, nosotros, los llamados seres orgánicos que nos movemos sobre esta tierra,
Somos sólo Cauces de la Cuenca de la Vida, como todo lo animado desde nuestra escala, desde nuestra perspectiva.
Asimismo, aquello animado a escala microscópica o a escala astronómica, inanimado a nuestra observación directa, es dinámico y por tanto procede del impulso de la Vida.
La Vida es eterna, sus cauces, temporales.
La Vida es tan abundante que a cada cauce que pierde, genera cientos de otros.
Necesitamos del sueño para descansar de la fatiga que produce la vigilia, el sueño es cierto grado de no – existencia.
de modo semejante a vigilia y sueño, a esto llamamos vida y aquello llamamos muerte, cuando se trata de existencia y no – existencia. La no – existencia es el descanso de la fatiga de la existencia. La ingravidez. La existencia demanda trabajo para subsistir y sostenerse, el cuerpo y las realidades pesan. Años acumulados de trabajo y contrariedad del mundo de los hombres, van agotando el cuerpo, endureciendo las articulaciones, menguando la fortaleza y ganas de andar, de sostener la existencia, entonces allí se comienza a comprender el beneficioso significado de la no – exitencia.
Por muy cansado que uno esté, al sueño entramos en un instante. Pasamos el umbral y discurrimos por la dimensión onírica de la no – existencia. Por muy larga la agonía, o por veloz peligro, a al sueño largo que llamamos muerte entramos en un instante. El instante del cruce de umbral.
Como ese umbral es del tamaño del ojo de una aguja, difícilmente pasaremos por él con carga. Por ello resulta tan ventajoso aprender a no poseer y a no desear desde la niñez. De resultas que al pasar por el umbral, no sufrimos que el alma se desmembre por estar atada a sus cargas.
Llegará un tiempo en que los hombres no posean y no deseen, satisfechos con el continuo gozo de que la Vida fluye por ellos.
Hay una tierra, que responde fielmente a lo que dicta la Vida
Hay un Mundo de hombres, que ni siquiera es fiel a sí mismo.
Comenzar a cambiar el mundo de los hombres, comienza por cambiar la propia perspectiva que tenemos de la Vida, eligiendo identificarnos con ella.
La voluntad no procede del suelo. Si así lo fuera. ¿Quién podría levantarnos?, andaríamos entre las lombrices o bajo ellas.
La Voluntad o ¨ganas de vivir¨ viene del Cielo, tanto como el peso de la gravedad, nos tira desde el suelo. Cuando el cauce se rompe quedan sus ascuas en el suelo, mientras la Voluntad de fluir, abre sus alas hacia el Cielo.
Conviene aprender desde joven a identificarnos con lo que nos sostiene desde arriba y nos mueve y promueve que es la Vida, el Animo, el Espíritu o el Aliento, ya que la Vida es movimiento. El cuerpo es sólo su soporte temporario, inerte sin nuestra presencia celestial, Espiritual, hecha de Aliento en Movimiento por eones de existencia y no – existencia.
Se nos ha dicho:
Entrar despierto en el sueño y vivo en la muerte.
Al cruce del umbral, identificados con el Cielo que todo lo contiene sin poseerlo, el Alma fluye por el cordón del Espíritu hacia él libremente pues nada hay que le retenga.
Al haber abandonado posesiones por sencillez
Y deseos por confianza
Durante el breve instante del cruce del umbral,
Nada de peso habrá entonces que nos retenga del vuelo.
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